lunes, 21 de marzo de 2011

LUCES DE LA CIUDAD

TÍTULO ORIGINAL: City lights
AÑO: 1931
DIRECTOR: Charles Chaplin
REPARTO: Charles Chaplin, Virginia Cherill, Florence Lee, Harry Myers, Allan Garcia, Hank Mann


PUNTUACIÓN: 10/10


Tal vez la mejor película de Chaplin, lo que, dicho de alguien que ha creado La quimera del oroTiempos modernosEl gran dictador o Candilejas, es mucho decir. Una película que aúna desternillantes gags con una sensibilidad y un romanticismo exacerbado, lo que supone una mezcla un millar de veces explorada que, sin embargo, ni de lejos ha conseguido acercarse a lo logrado por Chaplin en esta película. En Luces de la ciudad la ostentación material es el objetivo de su despiadada crítica, al tiempo que nos cuenta una de las más hermosas historias de amor que se hayan visto nunca en un cine.

Risas, llantos y conciencia social se mezclan, pues, en esta cinta totalmente alejada de cualquier exceso técnico o de producción. Los decorados, la música, los diálogos... aunque maravillosos, son ofrecidos en su justa medida, haciendo prevalecer, a través del célebre vagabundo, un mundo de sensaciones que sólo pueden ser ofrecidas de ese modo. Chaplin hace Arte con mayúsculas sin necesidad de grandes avances tecnológicos ni trucos de ningún tipo. El espectador encuentra a ese vagabundo, a su multimillonario amigo y a su amada totalmente desnudos, cubiertos únicamente por un maravilloso guión, parco en palabras pero capaz de decir infinidad de cosas.




Chaplin habla, sin decir casi nada, de las barreras sociales, de las desigualdades, de la soledad, de la marginalidad, del amor. E increíblemente, al mismo tiempo, ofrece algunos de los momentos más graciosos de la historia del cine. Ésos que sólo él y los hermanos Marx han conseguido proporcionarme. El combate de boxeo supone la mejor escena cómica que he visto nunca, en donde las carcajadas son inevitables.

Dicen las crónicas sociales de la época que Albert Einstein, invitado de honor al estreno de la película en Los Ángeles, no pudo evitar que las lágrimas brotasen una vez acabada la película; tras ese fascinante final en el que vagabundo y florista se reencuentran. Un final que es poesía pura, que con una mirada entre los dos protagonistas se evoca la poesía más delicada, más maravillosa. Sus caras, separadas por el cristal del escaparate, dicen tantas cosas... que sólo viendo Luces de la ciudad podrás entender.

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