martes, 13 de septiembre de 2011

EL ÁRBOL DE LA VIDA ("The tree of life")


Director: Terrence Mallick

Reparto: Brad Pitt, Sean Penn, Hunter McCraken, Jessica Chastain, Fiona Shaw, Crystal Mantecon, Pell James

Año: 2011


Puntuación: 8/10


     La historia central cuenta la relación entre el hijo mayor de una familia, Jack, con sus padres y hermanos. Su madre encarna la bondad y el cariño, mientras que su padre le inculpa disciplina y severidad para prepararlo contra los males del mundo. Entre medias se nos muestran imágenes sobre la formación del universo y el nacimiento de la vida.


     Pocos autores son tan auténticos como Terrence Mallick. Su corta obra, con 5 películas hasta el momento, es tan llamativa como trabajada. Cargadas de emociones, Mallick busca en sus películas llegar al corazón del público con una técnica visual única, llena de poesía y personalidad, y también a veces un poco de polémica. Famoso por sus intensos rodajes, pierde sus películas en eternos periodos de post-producción, sin preocupación alguna por el día del estreno ni por darse prisa a la hora de buscar un nuevo proyecto. Entre su segunda película, "Días del cielo" (1978), y la tercera, "la delgada línea roja" (1998), transcurren 20 años (casi nada). Ahora ésta llega 6 años después de su anterior obra, "El nuevo mundo", después de 2 años de montaje y procesos posteriores al rodaje, sonando su estreno en los últimos festivales de Cannes hasta que finalmente llegó este año. Podéis haceros una idea de la expectación que esta película ha generado.

     "El árbol de la vida" es una obra diferente. Ante todo tiene personalidad, lirismo, belleza y emoción. Es una obra maestra de nuestro tiempo, un film para limitados estómagos, una película imperfecta, pero que en sus momentos brillantes es una de las muestras más contundente de preciosismo visual que he disfrutado en mucho tiempo. El resumen de esta película es anecdótico, leerlo y luego asistir a lo que nos espera supone un mundo de diferencia. Pero no se equivoquen, no estamos ante una nueva inmersión psicodélica a lo David Linch, donde no sabemos lo que ocurre. La historia, al menos su hilo central nos sumerge hasta su ocaso final, hipnotizándonos, sintiendo sobre nuestras propias carnes los sentimientos de ese crío que se está haciendo mayor, haciéndonos comprender esa rebeldía incipiente hacia su padre. Ese padre protector, que pretende proteger a sus hijos de todo mal, ese ser humano imperfecto, cariñoso y severo al mismo tiempo, que piensa en la vida como un mundo cruel y animal, que no se permite errores frente a sus hijos, que duda a cada paso; sientes su miedo a fracasar en cada toma.

     Grabada con una gran cantidad de escenas con cámara en mano, Mallick absorbe todos los planos posibles, mostrándonos hermosas tomas mientras la voz en "off" del niño o de la madre narra sus pensamientos al tiempo que la cámara escenifica las sombras invertidas de los niños columpiándose. El talento para la emoción del director llega a su auge en momentos de redención entre padre e hijo, reconociéndose como iguales, viéndose uno reflejo del otro, uno mostrándose orgulloso, el otro mostrándose comprensivo. Las imágenes de adulto, rodadas con Sean Penn, muestran el resultado de la educación inculcada por el padre, alcanzando un buen estatus social manteniendo todavía una estrecha relación con la familia. Esta parte, minimizada al extremo (Penn se llegó a quejarse de ello), queda algo coja, provocando demasiado la deducción del espectador, pudiendo haber sido explotada de mejor manera.

     Intercaladas entre el principio y el final de la película, Mallick nos sorprende con impactantes imágenes de estrellas y planetas, la vida formándose, o la extinción de los dinosaurios, con la que supongo que querrá darle al contenido de la película un contenido más universal, dando el mensaje de que no somos nada en el mundo y de que la vida es un ciclo rápido que sigue con o sin nosotros. Quizá esta intención se le ha quedado demasiado ambiciosa al director, que culmina esta parte más filosófica de la película con secuencias en la playa donde junta pasado y presente de la familia, o paseos por el desierto donde el niño adulto se reencuentra con su forma juvenil. Este extraño conjunto de imágenes no hacen más que complicar la compresión de la película, confundiendo al espectador, a pesar de la gran belleza del contenido.

     Mallick nos entrega su obra más llamativa y original, su apuesta más arriesgada que le otorga sus momentos de mayor brillantez cinematográfica, pero también rodeada de cierta oscuridad y confusión, de momentos demasiado ambiciosos que vuelven la película una obra imperfecta y extraña, pero de bellísima factura. La más bella vista en mucho tiempo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario