miércoles, 20 de octubre de 2010

LA BALADA DE CABLE HOGUE (The ballad of Cable Hogue)






Director: Sam Peckinpah

Reparto: Jason Robards, Stella Stevens, David Warner, L.Q. Jones, Strother Martin, Slim Pickens.

Año: 1970

Puntuación: 6,5

     Durante una travesía por el desierto, Cable y sus dos compañeros buscan descubrir algún pozo de agua. Sin embargo, Cable es tomado por loco, y sus socios lo abandonan a su suerte, sin agua, en medio de la nada. Pero Cable no se rinde, y tras una agónica travesía, descubre finalmente un manantial en medio del desierto, en medio de dos ciudades. Así, Cable comienza la construcción de su pequeño imperio.

    La violencia a cámara lenta vomitada por viscerales hombres sin escrúpulos, más próximos al instinto animal que a los sentimientos más allegados al sentido común, es un recurso muy conocido del cine de Peckinpah. Uno de sus géneros favoritos, el western, se vió enriquecido con su genio multiples ocasiones dejando obras maestras como "Grupo salvaje". No obstante, en esta ocasión, a pesar de su marca de estilo en las primeras imágenes, para "Balada de Cable Hogue" recurrió a la simpatía y la nostalgia para mostrarnos una western más cómico, pero aire dramático.

    Puede que no sea una de sus más grandes películas, pero no por ello este relato sobre perdedores y gente que añora cumplir sus sueños deja de ser digna de mención entre la filmografía del viejo Sam. Las secuencias a cámara rápida al estilo Benny Hill, junto con algunas otras bromas como los reiterados zooms al escote de Stella Stevens, dan el toque de humor tonto y desenfadado de la película. Ello se combina con un estupendo guión, destacando las alabanzas de Cable hacia su amada Hildy, o las intervenciones morales de su amigo el predicador.

     Los tres personajes principales encarnan diferentes víctimas del salvaje Oeste, siendo el protagonista un logrado romántico perdedor, huído de la civilización, que solo desea ser libre en su humilde puesto en el desierto. Acompañado de una ruda y bella prostituta, obligada a esconder su corazón, ambos llegan a disfrutar hermosa y tristemente a la vez de una felicidad que saben que está destinada a acabarse. A ellos se les suma la presencia de un simpático predicador, hecho a sí mismo hombre de Dios, con una visión muy particular de la devoción hacia el señor y de su acertado molde a la hora de constituir a las mujeres.

    Atípica película, que seguro no dejará indiferente a nadie y que constituye un aparte en el trabajo de este director. Según leí, Peckinpah la consideraba su mejor obra.

1 comentario:

  1. Si dijo que era su mejor obra estaba borracho: Me encanta el personaje del predicador salido. Muy bueno. Una película muy simpática. Buena crítica.

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