martes, 14 de diciembre de 2010

EL FUEGO Y LA PALABRA (Elmer Gantry)






Director: Richard Brooks


Reparto: Burt Lancaster, Jean Simmons, Shirley Jones, Arthur kennedy, Dean Jagger, Rex Ingram, Hugh Marlowe, Edward Andrews, Patti Page


Año: 1960




Puntuación: 8/10





         Un carismático vendedor ambulante, llamado Elmer Gantry, viaja de ciudad en ciudad usando su atractivo físico y sus increíbles habilidades de seducción y retórica para ganarse la vida como puede, arrastrándose de un sitio a otro. Un día asiste a un sermón de una prometedora y bella predicadora evangelista. Viendo que la profesión de predicador le va como anillo al dedo, se convierte al evangelismo y emprende una carrera arrolladora predicando sobre Dios y el demonio, convenciendo a todos de su fe. 




        La capacidad del habla llevaba a su máxima expresión no es un salto evolutivo hacia una mayor capacidad de comunicación, sino que es además un arma de dominio, de sometimiento y una herramienta indispensable para alcanzar el poder. La religión es un tema que si viene combinado de esta habilidad puede causar efectos devastadores en la actitud de la gente, capaz de hacerlos pasar de grandes pecadores a almas redimidas, de ser condenados al infierno a ser candidatos al paraíso. Jesucristo consiguió movilizar a gran parte de la humanidad y convencerla de su origen divino. Mahoma formó un imperio a base de hacer la guerra por el nombre del señor. Gente como ellos convencen hoy en día a otros hombres para que se inmolen, arrastrando todo al que puedan, atándose un montón de bombas al pecho por la promesa de un gran paraíso puro y virginal. Todavía recuerdo, no sin estremecerme, a los asustados niños del documental "Jesus camp: soldado de Dios", llorando tras los abominables sermones de sus instructores sobre el cristianismo evangélico, aprovechando el lavado de cerebro para inculcar ideas políticas de caracter muy conservador. Esas armas son las mismas con las que los personajes de esta historia intentan modificar las mentes de todos aquellos que asisten a sus eventos por todo el país, sobre todo en las zonas de campo donde la gente es más vulnerable, donde se pueden conseguir más "conversos".


       Pero al final, las buenas intenciones de algunos se convierten en oportunidades de negocio para otros, y el dinero lo acaba absorviendo todo, lo transforma, y la religión, las pequeñas y nobles creencias tradicionales que unos pocos iluminados quisieron plasmar en hermosos libros como La Biblia o el Corán, es trastocada en un esperpéntico circo para saciar el ansia de poder y dinero de unos pocos. Así se muestra en una de las escenas de la película, al entrar en desfile los protagonistas en las grandes ciudades, acompañados de payasos, mimos y demás miembros del espectáculo. La economía se acaba convirtiendo así en la única religión subyacente de todo este conjunto de grupos fanáticos. Así se lo explica perfectamente el jefe de su cadena a Willian Holden en esa magnífica película llamada "Network" sobre la mezquindad del mundo de la televisión.

       Para un humilde campesino, que poco conoce más hayá de su pequeña granja situada seguramente en medio de los bastos campos que componen la tremenda inmensidad del terreno de los Estados Unidos, debe ser imposible resistirse al encanto, seducción, carisma y atractivo de un elemento tan imponente como Elmer Gantry, interpretado aquí por un colosal Burt Lancaster (oscarizado por este papel). El corpulento actor absorbe la pantalla con sus enormes ojos y su gran mandíbula, mostrando una capacidad de convencimiento sin igual, capaz de sacarle de todo tipo de lios, solucionando todo tipo de impedimentos, una clase de tipo que consigue todo con sus sermones. La clase de retórica que ya les gustaría a muchos políticos.

      Richard Brooks nos muestra una vez más un diálogo atroz, una manufactura demoledora, una crítica dura y contundente sobre las costumbres religiosas y sus entresijos políticos, un relato sobre la devoción, el poder de la religión y la prensa, la credibilidad y la imposible impostura de la pureza.

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