viernes, 2 de septiembre de 2011

MIDNIGHT IN PARIS



Director: Woody Allen

Reparto: Owen Wilson, Marion Cotillard, Rachel McAdams, katty Bates, Carla Bruni, Adrien Brody, Allison Pill, Tom Hiddleston

Año: 2011



Puntuación: 7,5/10

      Un escritor norteamericano visita París con su prometida, Inez, y los padres de esta. Durante su estancia reflexiona sobre lo mucho que aborrece su vida en Norteamérica, de lo mucho que adora París y lo vivo que tenía que estar durante los años 20, cuando coincidieron allí la gran mayoría de sus ídolos. 

    Le parecerá obvio a quien me conozca que mi opinión acerca de una película de  Woody Allen sea básicamente buena, o por lo menos transigente cuando éste no desprende su mejor talento. Sin embargo, he de decir que esta vez es totalmente objetiva, tras comprobar que el director neoyorquino sigue con la cabeza bien amueblada para poder darnos fantasías tan buenas como esta. 

     Desde "Match point" el director no nos sorprendía con una bien enlazada, en la que su siempre imprevisible guión no se perdiera en el vacío o se quedara a medias. Su última comedia, "Si la cosa funciona", funcionaba, aunque sin brillar. El resto, se puede desechar. "Midnight in Paris" supone una refrescado completo de su método, un lavado de cara completo, rompiendo sus límites y dejando a la imaginación hacer su trabajo. 

     La película nos endulza de principio a final con las frustraciones y agonías de su protagonista, rodeado de gente de otro nivel, superficial y poco auténtica, que hacen de sus sueños una fantasía de niños. Su hermosa prometida, no acaba más que por ser una mujer que infravalora a su pareja y lo humilla pensando que puede hacer con él lo que quiere, desprestigiando el romanticismo de éste. Sus amigos, lo más insoportable del mundo, hacen que ella sea todavía peor por admirarlos.

    Escapando de su aparente destino, su búsqueda de la soledad por la noche parisina da pié al golpe argumental que Allen ha decidido usar para hacer reflexión sobre el presente, sobre las cosas que apreciamos y despreciamos, de como siempre pensamos que tiempos pasados fueron mejores y que nuestras ambiciones son más propias de otra época que de la vivida. Así, el director recurre a los grandes clásicos directamente, personificados, para desplegar un desfile de luces y música fascinante, divertido e inteligente que lleva al protagonista a coger las riendas de su vida.

     Viendo esta película a uno le queda el buen cuerpo de poder haberse reído de esos típicos pensamientos que nos invaden la mente cuando no nos gusta lo que vivimos. Sufrimos nostalgia de aquello que en realidad no conocimos nunca y que mitificamos a base de libros, películas o canciones sin tener nunca en cuenta la otra parte de la balanza que abarcan defectos, penas y disgustos, mucho más dolorosos en lo relacionado a la higiene y medicina, que definen lo que ha sido y será siempre la vida. Como en todas sus películas, a la hora y media Allen dice que es suficiente, la película acaba, y uno se queda complacido por haber asistido a un delicioso espectáculo.


    

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