sábado, 22 de diciembre de 2012

GOLPE DE EFECTO (Trouble with the curve)



Director: Robert Lorenz

Reparto: Clint Eastwood, Amy Adams, Justin Timberlake, John Goodman

Año: 2012

Puntuación: 5/10



        Eastwood encarna a un viejo cazatalentos de béisbol que comienza a perder la vista, viendo su puesto amenazado por las nuevas técnicas informáticas. Su hija, con la que tiene una difícil relación, le acompaña en un nuevo viaje para observar a un prometedor jugador, cuya contratación puede condicionar el futuro del ojeador.




       Dejando la dirección por esta vez, el mítico director y actor norteamericano se deja llevar delante de la cámara por uno de sus anteriores ayudantes de dirección, Robert Lorenz, que ha elegido una blanda pero comestible historia familiar ambientada en el deporte para llevar a cabo su primera película. Rodeándose de jóvenes estrellas y con guión de cuento de hadas, este sencillo drama podría simplemente a ver pasado desapercibido o ser quemado en la hoguera por la crítica, sin embargo ahí estaba el señor Eastwood para añadir un toque de clase al producto, resultando en un entretenido capricho deportivo, mantenido por la solidez de su personaje central.

     De todos los deportes practicados en los EE.UU. el béisbol es seguramente el que menos atracción me produce. Sin embargo, no pocas han sido las muestras de cine ambientadas en tan extraño deporte. Al contrario de lo que ocurre con el baloncesto, el fútbol americano o el boxeo, donde se pueden nombrar muchos títulos (sobretodo del último), no creo recordar ninguno que merezca la pena basado en el deporte del bate. Sólo me viene a la memoria la reciente y candidata a los Oscar del año pasado "Moneyball", donde se relataba como el personaje encarnado por Brad Pitt revolucionaba el mundo de los fichajes a través de sistemas de estadísticas y métodos informáticos. En ella, se conseguía transmitir con veracidad, aún bajo completa ignorancia del deporte, el amor que sus personajes sentían por este deporte, sintiendo la pasión, alegría y tristeza que los aficionados sufren con cada partido, a pesar del jeroglífico que supone únicamente comprobar el marcador. En esta ocasión, las sensaciones sólo se notan por la madurez de su protagonista, que presenta todos los sentimientos acumulados por el tiempo a través de partidos y partidos, después de ver muchos bates y millones de guantes, tras haber visto crecer y retirarse a miles de jugadores y de darles la gloria en su momento justo. El resto se diluye en un drama amoroso tradicional, los problemas de hacerse viejo y tensiones familiares sólo por momentos convincentes.

     Los puntos fuertes de este película se basan en todo aquello que rodee a Clint Eastwood. Su propio personaje, da firmeza a una historia que de otra forma sería convencional, aburrida y poco original, pero que se ve enriquecida por el ácido, irónico, melancólico y duro personaje del actor, que seguramente no hay hecho otra cosa que interpretarse a sí mismo. El otro punto a destacar consiste en la conexión entre este personaje y su hija, Amy Adams, que da cierta química al drama, describiendo una tormentosa relación que se va desvelando a lo largo del relato, y que tiene éxito por el esfuerzo de los dos actores. Sin embargo, esto último se basa sobre un guión trenzado sólo a medias, donde ciertas complejidades se introducen de repente y por arte de magia, a modo de parche improvisado para solucionar el entuerto en donde se estaban metiendo al plantearse complicar esa relación familiar en el papel. La sensación final es de un texto hecho a correr, donde parece que se quisieron hacer bien las cosas en un principio pero se dieron prisa al final, dando lugar a unos escasos momentos de brillantez, salpicados de muchos momentos de ñoñería, convencionalismo y dramatismo de película para la televisión.

      Como en todo este tipo de películas de corte comercial, siempre hay un florero, que en este caso es Justin Timberlake. No es culpa del chico, que se nota que lo quiere intentar, que le den un personaje que lo único que hace estorbar. La presencia de su personaje no hace otra cosa que otorgar las escenas más cursis y obvias de toda la película, las cuales quizá expliquen su corte final, resuelta con desenlace digno de Walt Disney.

     Lo que nos queda es por lo tanto una historia que apetece ver por su mítico actor central, devolviéndonos a un maltrecho ojeador con mala leche (razón por la que a todos nos gusta), de vista agotada por las inclemencias de la vida y dolido por las heridas acumuladas. El paso del tiempo y el inevitable enfrentamiento contra el pasado es lo mejor plasmado de este amable drama deportivo, en el que han preferido ir a hacer caja y endulzar al público menos exigente en vez de profundizar en un guión más elaborado, desaprovechando un excelente reparto en el que a penas se usan las habilidades de John Goodman, secundario de lujo, que podría haber enriquecido enormemente los diálogos la película.
    



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