Título original: El Crack
Duración: 119 min.
Nacionalidad: España
Año: 1981
Director: José Luis Garci
Guión: José Luis Garci, Horacio Valcárcel
Fotografía: Manuel Rojas
Música: Jesús Glück
Reparto: Alfredo Landa, María Casanova, José Bódalo, Manuel Tejada, Miguel Rellán, Manuel Lozano, Raul Fraire
Productora: Nickel Odeon Dos / Acuarius Films
El detective privado Areta, un hombre sencillo, de semblante serio y
de extraordinaria astucia para la investigación, se encarga de la
búsqueda de una mujer desaparecida años atrás, cuyo padre la busca
desesperadamente sin conocer el turbio mundo en el que ha estado inmersa
su hija.
Raymond Chandler no comenzó a escribir relatos de novela negra hasta
que ya tenía 45 años. Su primera novela, "El sueño eterno", no se
publicó hasta que cumplió los 51. Sin embargo, su legado literario va
más allá de cualquier elogio, su influencia en el género policíaco es
determinante, más aún si tenemos en cuenta que las adaptaciones de sus
novelas al cine, así como sus guiones, han hecho que su mano sea imitada
muchos años después. Su personaje de Phillip Marlowe ha sido imitado
infinidad de veces, y encarnado como tal por actores de la talla de
Humphrey Bogart o Robert Mitchum.
José Luis Garci, gran conocedor del cine clásico, inevitablemente
adora todo lo que rodea al cine negro y su gran esplendor de los años
40. No es de extrañar que pues que sea evidente el homenaje que le rinde
al género en este modélico thriller "El crack", donde el primer
director español en recibir un Oscar nos presenta su propia visión de
las aventuras detectivescas creadas décadas atrás por Chandler,
poniéndonos en la piel de su propio investigador privado en un místico
Madrid de los años 80.
El detective Areta es un personaje sombrío, de corta talla y oscuro
bigote, que perdió la sonrisa el día que se dio cuenta del mundo en el
que se movía. Así lo muestra sin inmutarse en una tremenda secuencia
inicial, donde nos deja claro que no está para tonterías, escena en la
cual muchos directores posteriores seguro que recordarán para sus
futuras obras (véase Enrique Urbizu en "No habrá paz para los
malvados"). Alfredo Landa, ese simpático hombrecillo protagonista de
tantas comedias de tradicional carácter español, símbolo de un cine
inocente y costumbrista, que forma parte de nuestra historia por papeles
como el que interpreta en "Los santos inocentes", sorprende en esta
película con una poderosa interpretación digna de los más grandes como
James Cagney o el mencionado Bogart.
Con su determinante audacia, nuestro detective persigue el rastro de
una joven desaparecida años atrás por encargo de un arrepentido padre.
Areta, indaga en los escondrijos más oscuros de la ciudad para acabar
tocando teclas muy agudas, sonidos que sólo emiten los más
privilegiados, aquellos que se creen viviendo en plataformas superiores
que les otorgan poderes casi divinos que les permiten literalmente
verter toda su mierda y oscuros propósitos sobre los de abajo. Nuestro
detective merodea por la capital, mientras Garci aprovecha para
mostrarnos bellas imágenes del Madrid de los años 80, aquella ciudad
descontrolada después de la transición, llena de luces de neón,
destellos, sombras y lugares por los que perderse a través de sus
siempre míticos edificios del centro, donde Areta mantiene su oficina,
en la maravillosa Gran Vía, que rebosaba por aquellos años de todos los
carteles luminosos que alguien decidió quitar por alguna extraña razón
para la reconversión de la cuidad a los tiempos que corren. Ahorro le
llamaban.
Junto a Madrid, Garci nos regala panorámicas de la ciudad por
excelencia, Nueva York. La comparación entre las dos ciudades queda
planteada y Garci arroja sobre el espectador una tierna sensación de
parecido razonable entre ambos lugares, lugares donde la vida fluye a
toda velocidad, llenos de sombras y decepciones, luces amarillas y
rojas, el escondite de la maldad, la guarida de algunos hombres buenos.
Son estos lugares el terreno por donde el detective Areta se arrastra
más cómodamente hasta encontrar la verdad tras la desaparición de la
muchacha que busca.
En conjunto, "El crack" es un pequeño homenaje a ese cine de toda la
vida que cultivaron los más grandes de antaño, una humilde visión del
cine negro y una pequeña demostración de que no hace falta ser Clint
Eastwood para encarnar a tipos duros, ya que nuestro cine ha dado a
grandes actores como Landa. Es además un pequeño guiño a esa ciudad que
siempre se encontrará en el odio profundo y amor eterno.
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